Las personas que hemos disfrutado de unas tortillas hechas a mano, somos realmente afortunados. Son una delicia, algo que no tiene comparación y que sin duda son parte esencial de la comida de los mexicanos.
Para mí, las tortillas hechas a mano, son un recuerdo de mi infancia. Sonrió cada vez que recuerdo que cuando era pequeña, una de mis abuelitas, tenía una cocinita pequeña, hecha de madera, humilde, sin ser elegante o presuntuosa; tenía un comal de leña y unos pequeños bancos para sentarse.
Mi abuelita preparaba masa y se sentaba a hacer tortillas para comer todos los días. Yo la observaba con detenimiento para no perder ningún detalle y tratar de imitar lo que hacía, hasta la fecha puedo decir, que aún no he dominado el arte de hacerlas, pero no me he rendido.
